sábado, 16 de abril de 2011

La Alteridad o Diferencia. Puentes para entender (y construir) la relación entre el pensamiento feminista y su práctica política.


La Alteridad o Diferencia.
Puentes para entender (y construir) la relación entre el pensamiento feminista y su práctica política.

El Tercer Mundo

Lima,
Perú,
Latinoamérica,
el Caribe,
el África,
algunos países asiáticos,
algunos países de Europa del Este,
países bajo leyes musulmanas,
la diáspora creciente de migrantes.
Todas nosotras y nosotros vivimos en el Tercer Mundo, lo sabemos bien.
¿Pero qué significa esto, este Tercer Mundo que es tan nombrado en medios masivos y académicos y que se instala en las imágenes del presente y del futuro, de los sueños y de las retos nacionales?
Esta noción junto con la de subdesarrollo es parte de una genealogía, no de una historia lineal de pensamiento sino del sentido dado a la construcción de ciertos elementos que limitan y confinan prácticas intelectuales y de reales intervenciones, en los países del Sur, y esta genealogía de nociones, obviamente nace desde la mentalidad Occidental.
Me pregunto ¿Desde el centro, a la periferia?



Ahí en esa orilla del mundo / No duerme la maquiladora/ De un desperdicio en la tierra/ El hijo del sol nació/ Que embrulló la curandera/ Con trapos y yerbas sobó/ La piel de ese niño mulato/ Que pluma su piel brotó/ ¡O qué maravilla es esta!/ Lo que el TLC provocó/ De una raya imaginaria/ De un chivi chivi coló/

La línea
Canción de  Lila Downs


El feminismo del “Tercer Mundo” erige su voz para mostrar las múltiples formas en que las experiencias de las mujeres pueden ser potenciales para criticar el sistema capitalista, patriarcal y racista en que vivimos. Son nuestras experiencias de vida las que se contrastan con el pensamiento y lo vuelve una herramienta para cualquier tipo de acción política. Es así que aunque no lo sepamos estamos cercanas a las realidades de otros países del Sur, aunque tremendamente dispares, similares en procesos de resistencia. Asimismo, para poder entender el pensamiento feminista del Tercer Mundo es fundamental tener en cuenta la crítica a la noción de desarrollo, término ampliamente usado y reafirmado cuando se habla de realidades diferentes a las del Norte. El concepto de desarrollo (y de manera más abrupta la de subdesarrollado) funciona como elemento de una genealogía, que limita y confina la posibilidad de nuevas formas de pensar el mundo, de nuevas propuestas intelectuales sobre la realidad[1], pero sobretodo, hace referencia a las intervenciones planificadas desde el Norte. El discurso de desarrollo tuvo y tiene un especial protagonismo, cuando hace referencia a las vidas de las mujeres. Claramente el pensamiento feminista de estos tiempos no puede hablar de la Mujer, como un ente universal, sino de las experiencias de las mujeres, experiencias que evidencian relaciones de poder, estructurales y geopolíticas.
Si Simone de Beauvoir parte de la premisa de que la Mujer ha sido convertida en alteridad[2],  a través de un sistema social y cultural que la coloca en posición de desventaja, podemos decir que esta alteridad ha sido representada la más de las veces como la diferencia más lejana, particular, y deficiente. En el desarrollo de las ideas feministas, en la última mitad de este último siglo, propuestas a partir de la influencia de Simone, se ha generado una reelaboración del Sujeto-Mujer, que deviene en una serie de descentramientos del sujeto, a partir de las experiencias de raza, clase, etnia, y contexto geo-político. La Alteridad es re-nombrada dentro de un posicionamiento político que contiene una fuerte crítica al etnocentrismo e imperialismo del conocimiento que Occidente mantiene hacia el llamado Tercer Mundo.      

Cultura y Rebeldía

Gloria Anzaldúa, escritora posicionada políticamente en sus escritos como lesbiana, chicana, mestiza y feminista nos habla de una cultura en tránsito, a través de su experiencia, de una redefinición del sujeto que representa y que construye como parte de su apuesta política. La tiranía cultural, esa que moldea creencias machistas, paradigmas dominantes, conceptos predefinidos que existen como incuestionables[3] presiona para que las mujeres dependan de los hombres, aún en estos tiempos.
Aún así, ella no reniega de su cultura originaria, escribe entre el inglés y el español, combinando tradiciones, expresiones y lógicas para subvertir, socavar, contaminar el lenguaje normado, la linealidad del pensamiento. Y por lo tanto su apuesta es la del reconocimiento de sus tradiciones culturales pero en la mirada crítica a prácticas, formas y discursos que siguen controlando el cuerpo y destino de las mujeres. Y la cito: “Detesto como mi cultura hace caricatura macho de sus hombres. No, no asumo todos los mitos de la tribu en la que nací. Puedo comprender por qué cuanto más teñidas de color y decoloradas glorifican los valores de su cultura de color- para compensar la extrema devaluación de la que es objeto por parte de la cultura blanca. Es una reacción legítima, pero Yo no glorificaré aquellos aspectos de mi cultura que me hayan dañado y que me hayan dañado bajo el pretexto de protegerme. Así que no me den sus dogmas y sus leyes. No me den sus banales dioses. Lo que quiero es contar con las tres culturas: la blanca, la mexicana, la india. Quiero la libertad de poder tallar y cincelar mi propio rostro, modelar mis propios dioses desde mis entrañas”.[4]

Mujer de Color y pensamiento feminista

El  pensamiento feminista ha podido ingresar a espacios de creación y difusión de conocimiento, pero también a ciertas lógicas de producción y de legitimidad. Es una realidad que existen mayores oportunidades de investigación, de status social y de reconocimiento intelectual a las mujeres, que siendo o no blancas, se adscriben a un feminismo liberal, muchas  de las veces etnocéntrico y multicultural[5]. En “Cartografías de la Lucha. Mujeres del Tercer Mundo y las políticas del Feminismo”, Chandra Talpade Mohanty, intelectual feminista hindú cuyo trabajo en el campo de los Estudios Feministas la ha llevado a estudiar las dimensiones raciales y transnacionales de la teoría feminista, propone analizar y estudiar cuidadosamente la historia del feminismo proveniente de países del Tercer Mundo, porque aún cuando desde el Norte haya gran cantidad de trabajos sobre “mujeres y desarrollo” estos no necesariamente  han sido escrito desde posiciones cuestionadoras del orden y del poder. Lo que quiere decir que los escritos sobre mujeres y desarrollo no sólo no son sinónimo de “escritos feministas”, sino que bien pueden estar validando formas jerárquicas de relación-conocimiento entre mujeres del Norte y el Sur.
En el planteamiento de Mohanty sin embargo existe un quiebre. Ella propone que a pesar del riesgo teórico que estos nombres generalizantes puedan suscitar, ella propone Mujeres del Tercer Mundo, como categoría analítica y política, porque quiere reconocer y explorar analíticamente las conexiones entre las historias y las luchas de las mujeres del contexto geopolítico llamado Tercer Mundo, contra el racismo, sexismo, colonialismo, imperialismo y el monopolio del capital. Esta utilización se diferencia a la que hacen concientemente intelectuales hombres y mujeres del término Mujeres del Tercer Mundo, como una experiencia íntimamente relacionada con las tradiciones opresivas, alto analfabetismo, pobreza rural y urbana, fanatismo religioso y problemas de sobrepoblación.
La crítica hecha a la utilización simplista del término no contradice la información levantada en nuestros países, bajo indicadores presuntamente “objetivos”, parámetros de desarrollo occidental. Lo cierto es que no existe una única explicación e interpretación de la realidad de estas mujeres; es el día a día, fluido, la naturaleza de la dinámica históricamente situada, de la vida de las mujeres en que colapsan, se derrumban y extinguen tales indicadores de bienestar. [6] En otro artículo, publicado conjuntamente con Jacqui Alexander, Mohanty  se coloca en el centro[7]. Su experiencia es narrada en primera persona, como intelectual hindú y mujer en un sistema de enseñanza liberal y blanco, que la ubica inmediatamente bajo la categorías de mujer de color, acepción que se les da a toda mujer no blanca, nacida o no en Estados Unidos, y que invisibiliza las experiencia de mujeres nacidas en la India y en el Caribe, y sólo tomada en cuenta cuando es similar y familiar a las experiencia de las mujeres afrodescendientes ó es lo mismo que decir, las “otras” conocidas. Retoma la necesidad de una genealogía feminista que contraponga la inmensa producción del feminismo de clase media y occidental, con uno del Tercer Mundo; y dentro de la producción del pensamiento intelectual, conceptos claves para nuestros feminismos como la experiencia, la identidad, la cultura y la historia nos posibilitan entender procesos específicos de dominación y subordinación, aunque sean rechazados por teorías postmodernas que plantean que esto es la reiteración de esencias culturales o unificadas.
Pero el pensamiento intelectual es también una herramienta con la que se mira al Mundo, con la que se visibiliza cosas que consideramos importantes, que complejiza pensamiento para acercarse más a la realidad. Y por lo tanto una línea de “pensamiento de color”, como dicen ambas autoras, revela el posicionamiento y el compromiso desde el cual escriben. Existen ya explicaciones más sofisticadas del complejo proceso de identidad social, de jerarquización de los grupos raciales; pero esto no implica que el racismo haya desaparecido, o que las relaciones patriarcales sean cosa del pasado. Entonces es sumamente importante pensar en las experiencias de dominación, de lucha en la formación de identidades, que son simultáneamente sociales y políticas.
Uno esta reflexión con la última autora a la que me referiré, que es Aurora Levins Morales. Ella propone  la experiencia contada y compartida como una fuente de autoridad.  La intuición y la reflexión como parte de la vida son lo que la han guiado en su rumbo al hacer política, al involucrarse con movimientos sociales. Ella es una intelectual orgánica, una pensadora cuyas ideas crecieron en un tierra que se conoce, que es propia, a diferencia del conocimiento desde lo libros, desde la mera abstracción; utilizando la vida como fuente de saberes y al cuerpo colectivo para criticar las versiones oficiales  de la Realidad. Para ella el conocimiento que nace desde el movimiento feminista se ha convertido en mercancía y en lenguaje oscuro, neutro y altamente especializado. ¿Si se quiere cambiar la vida misma, el mundo compartiendo la experiencia y comprometiéndose, de algo vale este lenguaje sumamente elitista? El lenguaje está ligado al contenido que se busca para una teoría, y una práctica intelectual que resulte útil en la investigación activista, en las prioridades, en un proceso democratizador y no excluyente.

Para terminar

No hay duda que Simone de Beauvoir abre muchas posibilidades a las pensadoras de este siglo, con una producción intelectual que intenta explicar la situación de las mujeres. Ella es la iniciadora, la que inaugura cuestionamientos tan profundos sobre las identidades, la sexualidad, y la política que aún ahora estamos resolviendo, no solamente en el movimiento feminista o en los movimientos sociales en general, sino también en nuestras vidas.
Para cualquiera que no ha sido cercana o cercano al pensamiento feminista, es difícil asimilar la relación imbricada entre pensamiento político, epistemología, compromiso político y personal. Esta interrelación nace de la experiencia, el sentirse nombrada en las preguntas, en los descentramientos del feminismo, la identificación se vuelve compleja. La experiencia se ha vuelto un concepto principal para la gran mayoría de pensadoras feministas; las ubica como las Otras ante realidades hegemónicas, pero las vuelve a la vez críticas al sistema que jerarquiza cuerpos y  saberes. Además, el pensamiento feminista del Tercer Mundo tiene una historia de autocrítica sumamente severa. Se trata no sólo de conceptualizar para el afuera, a las demás disciplinas y movimientos; sino para el adentro, para las prácticas de las mismas feministas. En el caso de las académicas del Norte, aparentemente han comenzado hace varios años a abrirles sus puertas a otras propuestas políticas feministas, pero en realidad no se genera un debate realmente transformador. La transformación de las sociedades es lo que guía el pensamiento de las feministas del Tercer Mundo, concientes de las relaciones de poder dentro de las sociedades y a través del sistema-mundo.
Gloria Anzaldúa, usa en su contexto particular, pero también trascendente, a la mestiza como redefinición de una sujeta con capacidad de decidir y de escoger conciente de las interrelaciones de poder en que las identidades se ubican, para tener un campo de libertad, modelar con el tiempo los valores sobre los que se quiere actuar. Chandra Mohanty, localiza su conocimiento y su apuesta para de manera transnacional el sistema económico político cultural, patriarcal para reflexionar acerca del rol del pensamiento feminista, de la intelectualidad y la lucha por el cambio social. Tan básico como el pensamiento, es la voluntad con que está pensado, el deseo y la acción.
La crítica al discurso del desarrollo es fundamental en países como el nuestro cuyas políticas nacionales son guiadas en la necesidad de generar mayores recursos económicos; para nuestros países el fin justifica los medios, y la objetivación y exotización de los sujetos beneficiarios del desarrollo resulta algo casi caricaturesco. El pensamiento feminista desde el Tercer Mundo propone observar cuidadosamente las dinámicas y relaciones internas de cada comunidad, para que no vuelvan a ser protagonistas las nociones patriarcales o peor aún deseos liberadores hacia las mujeres, pero que puede ser acusado de etnocéntricos.        
                En las propuestas teóricas y políticas de las feministas del Tercer Mundo, la Alteridad ya no es nombrada como deficiencia, sino se vuelve voz autorizada, aunque subalterna que debe ser recogida y tomada en cuenta para la acción. Esta conexión entre pensamiento y política en el feminismo nace en la misma manera de concebir el conocimiento, como siempre “localizado”. Teniendo en cuenta el aporte de autoras como Chandra Mohanty, Jacqui Alexander, Gloria Anzaldúa y Aurora Levins es que se hace necesario volver a tomar la Alteridad y la Otredad que las mujeres siguen representando en contextos globales y locales.
                Una conclusión sustantiva que me motiva a seguir leyendo a las pensadoras del Tercer Mundo, países cuyas condiciones económicas e historias coloniales tienen múltiples encuentros con la nuestra; es que para este pensamiento político la diferencia, y el reconocimiento de ésta, no se vuelve amenaza de fragmentación debilitadora de las luchas sociales, ni tampoco es tomada como particularidades culturales; sino que nos compromete a comprender la interconexión con las otras opresiones y construir modelos de articulación política, que no reniegue de las diferencias, ni jerarquice o fije a priori posiciones excluyentes, victimizadoras y opresoras.[8]
La diferencia, entendida como el reconocimiento de nuestras historias, nos da el impulso para  revelarnos ante órdenes aparentemente inmutables. La experiencia de vida, de cada uno y una de nosotras puede ser motivo de acciones que desafíen los órdenes establecidos. Es a partir de la vida que se da toda forma de conocimiento de organización y de resistencia. Es más, esto nos obliga a repensar el ejercicio intelectual, como algo desligado de emociones y compromisos, esto es imposible desde los feminismos.
Finalmente, cabe preguntarnos ¿cómo las mujeres peruanas estamos comprometidas con las Otras mujeres, y no sólo con las que pertenecen a nuestra clase social, a nuestro micro mundo social, a nuestras comunidades sexuales? Un pensamiento feminista peruano debe hablar de las diferencias que viven las mujeres, de las múltiples formas que han tenido en organizarse, en vivir, en luchar, en exigir sus derechos y en ejercerlos.  Reconocer las luchas de poder internas, la jerarquización del conocimiento y de las experiencias, alimentarnos del pensamiento de otras mujeres que logran seguir cuestionando situaciones de desventaja, es una tarea diaria. Historias de libertad hay en todos lados.

BIBLIOGRAFÍA

- Gloria Anzaldúa: “Movimientos de Rebeldía y la culturas que traicionan”. Borderlands / La Frontera. The New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute Books.1987
- M. Jacqui Alexander y Chandra Talpade Mohanty, “Genealogies, legacies, Movements”. Feminist genealogies, Colonial legacies, Democratic Futures, Nueva York/Londres. Routledge  1997.
- Aurora Levins Morales “Certified organic intellectual” en The Latina Feminist Group, Telling to Live. Latina Feminist Testimonios. Durham/ London, Duke University Press.2001
- Escobar, Arturo, 1996, La invención del Tercer Mundo, Construcción y Deconstrucción del Desarrollo, Bogotá, Norma
- Simone de Beauvoir.El segundo Sexo”. 1949.
- bell hooks (varias), 2004, Otras Inapropiables, Feminismo desde las fronteras. Madrid, Mapas.


[1]  En “La invención del Tercer Mundo”, Arturo Escobar.
[2]  En “El segundo Sexo”, Simone de Beauvoir.
[3]  En “Movimientos de Rebeldía y las culturas que traicionan”, Gloria Anzaldúa.
[4] Movimientos de Rebeldía y las culturas que traicionan. Gloria Anzaldúa. Pág. 79.
[5] Entendida ésta como la  coexistencia ficticia de la diferencia, que se traduce en mantener al “margen” a fuentes contaminantes de la cultura dominante.
[6] Cartographies of Struggle. Third World Women and Politics o Feminism. Pág. 6
[7] Genealogías, legados y movimientos
[8] Otras inapropiables, Pág 17.

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