sábado, 16 de abril de 2011

El movimiento feminista, y la universidad en el período de la post-violencia política


Para la mujer liberarse no quiere decir
aceptar idéntica vida a la del hombre,
que es invivible, sino expresar su sentido
de la existencia.
Las mujeres en cuanto sujeto
 no rechaza al hombre como sujeto,
sino que lo rechaza como rol absoluto.
 En la vida social lo rechaza en tanto rol autoritario.

Manifiesto de la “Rivolta Femminile”,
Carla Lonzi en Escupamos sobre Hegel


Después de la entrega del Informe de la CVR caímos en cuenta del significativo rol que había tenido las universidades (sobre todo públicas) en el proceso de producción, difusión y represión del pensamiento político. Muchas pertenecemos a una generación donde no sólo las pocas manifestaciones y el escueto movimiento estudiantil son constantemente reprimidos, pero sobre todo donde el debate y la  práctica política son conducidas por hombres desde una izquierda conservadora y retrógrada. La política, en el espacio público sigue siendo de hombres, pero sobre todo y más importante desde mi punto de vista, sigue siendo masculinista.
Y me refiero a las formas de participación a la que pocas mujeres tienen acceso, espacios rígidos, jerárquicos y paranoicos donde la política es un discurso para cambiar al mundo, pero no asimismo una práctica cotidiana, autocrítica que pueda desenmarañar las relaciones de poder que se dan en cada uno de los espacios propios de la interacción. Masculinista porque vuelve piedra angular de sus dinámicas a valores culturalmente asignados a los hombres y en que son la base de muchas exclusiones y del patriarcado, como la autoridad, la jerarquía, la fuerza, y hasta la violencia.
Asimismo, es sintomático de una enfermedad crónica que a 100 años de celebrarse el acceso de las mujeres a las universidades públicas en el Perú, los pocos espacios de producción de conocimiento que nacen a partir de la crítica epistemológica y política de las mujeres, es decir, de la corriente de pensamiento feminista, como era la Maestría de género, sexualidad y políticas públicas, en San Marcos; se haya visto reemplazado (en un proceso poco transparentes y nada democrático) por la Maestría de Género y Desarrollo, como quien se acomoda al maistream y comienza a pensar en la universidad pública como una empresa privada.
Las autoridades, nuevamente, en su 95% hombres, y con un discurso aparentemente de izquierda impusieron estos cambios. El género, léase las mujeres, y todo lo relacionado a la sexualidad, no es lo suficientemente importante, quizá es peligroso, escandaloso, o poco serio. En cambio, y yendo en contra de la premisa de la universidad como espacio libre de pensamiento, ahora es vista sobre todo como una escuela para proyectos de desarrollo. Ignorando, no sólo a nivel académico la importancia del aporte de la crítica feminista a las ciencias sociales,  sino a nivel político la potencia del feminismo como reestructuración de la práctica política entre hombres y mujeres.


Política desde las mujeres, la escritura y la creación de conocimiento

La censura de la que somos herederas escala en los patios, las aulas y los libros. La producción de conocimiento está vetada, si no es a través de una legitimización de parte de profesores y tendencias de pensamiento asentadas en espacios académicos. Y esto tiene su correlato en las prácticas políticas. Nos es necesario pensar cómo la práctica de la escritura crítica, dentro de la tradición de las ciencias sociales, humanidades y testimonio es fuente de maduración y empoderamiento para mujeres jóvenes, que no encuentran ahora, ni desde hace muchos años en la universidad un espacio-centro de cuestionamiento, sino un “campo” de adormecimiento intelectual. La crisis que sufre la universidad pública desde hace muchos años reafirma las divisiones de género entre las egresadas mujeres y hombres. Prueba de esto es la casi nula presencia de mujeres en la enseñanza, en la investigación y en los syllabus.
Con esta incomodidad dentro, es que un grupo de jóvenes feministas creamos la revista La Mestiza, como un vehículo para hablar de los sentidos de los proyectos de las mujeres en la universidad, y sus objetivos cuestionadores de lógicas “academicistas” y androcéntricas. Este proyecto responde al rol de cambio social al que nos adscribimos como feministas, socialistas, y artistas; que busca ligar aspectos esenciales entre el movimiento político y la producción académica.
Considero que uno de los principales problemas que tiene que enfrentar en feminismo en el Perú son los pocos espacios para construcción colectiva que tengan como fin un proyecto político. Estos espacios son cada vez más reducidos y conservadores dada la crisis del sistema educativo, pero principalmente por la poca crítica y débil memoria de las prácticas y planteamientos políticos, y de la que es parte el proyecto de Sendero Luminoso, que tuvo una fuerte influencia en las universidades más grandes del Perú, pero también las que acogían mayores sectores populares. Recuperar la memoria es también una acción, que propone cambios, nuevas formas de pensar-hacer.
El feminismo en si mismo desentraña nuestras más íntimas certezas de lo que las mujeres, los hombres y la sociedad deben ser, y se va renovando constantemente porque su premisa básica quizá sea la constante crítica a las relaciones de poder, en toda su dimensión. Esta crítica al poder se une con la crítica al capitalismo, para analizar la estructura de la sociedad y cómo se perpetúa, y las estrategias para de-construirla y cambiarla.
Finalmente, dada esta la crítica feministas, me parece importante acotar la necesidad de mirar el feminismo desde adentro, como una sociedad post-colonial, con una historia reciente de conflicto armado que afectó de manera diferenciada a hombres y mujeres, indígenas, mestizos/as, blancos/as. La situación actual  representa un desafío al plantearnos la interrelación con el Otro/a, que las diferencias jerarquizadas han producido en el Perú. Una “otra” que no se ha sentido cerca, que ha sido alejada de la construcción del sentido de la Nación y que no sólo es subalterna, sino que tiene formas de resistencia que deben ser reconocidas y también potenciadas. Para poder formar un pensamiento feminista que replantea nociones naturalizadas de racismo y clasismo, hacen falta replantearlo a través de una mirada política y real del país. Lo principal es poder enlazar la reflexión teórica con acciones políticas guiadas por estas reflexiones y estén constantemente desafiadas por la realidad.

La Alteridad o Diferencia. Puentes para entender (y construir) la relación entre el pensamiento feminista y su práctica política.


La Alteridad o Diferencia.
Puentes para entender (y construir) la relación entre el pensamiento feminista y su práctica política.

El Tercer Mundo

Lima,
Perú,
Latinoamérica,
el Caribe,
el África,
algunos países asiáticos,
algunos países de Europa del Este,
países bajo leyes musulmanas,
la diáspora creciente de migrantes.
Todas nosotras y nosotros vivimos en el Tercer Mundo, lo sabemos bien.
¿Pero qué significa esto, este Tercer Mundo que es tan nombrado en medios masivos y académicos y que se instala en las imágenes del presente y del futuro, de los sueños y de las retos nacionales?
Esta noción junto con la de subdesarrollo es parte de una genealogía, no de una historia lineal de pensamiento sino del sentido dado a la construcción de ciertos elementos que limitan y confinan prácticas intelectuales y de reales intervenciones, en los países del Sur, y esta genealogía de nociones, obviamente nace desde la mentalidad Occidental.
Me pregunto ¿Desde el centro, a la periferia?



Ahí en esa orilla del mundo / No duerme la maquiladora/ De un desperdicio en la tierra/ El hijo del sol nació/ Que embrulló la curandera/ Con trapos y yerbas sobó/ La piel de ese niño mulato/ Que pluma su piel brotó/ ¡O qué maravilla es esta!/ Lo que el TLC provocó/ De una raya imaginaria/ De un chivi chivi coló/

La línea
Canción de  Lila Downs


El feminismo del “Tercer Mundo” erige su voz para mostrar las múltiples formas en que las experiencias de las mujeres pueden ser potenciales para criticar el sistema capitalista, patriarcal y racista en que vivimos. Son nuestras experiencias de vida las que se contrastan con el pensamiento y lo vuelve una herramienta para cualquier tipo de acción política. Es así que aunque no lo sepamos estamos cercanas a las realidades de otros países del Sur, aunque tremendamente dispares, similares en procesos de resistencia. Asimismo, para poder entender el pensamiento feminista del Tercer Mundo es fundamental tener en cuenta la crítica a la noción de desarrollo, término ampliamente usado y reafirmado cuando se habla de realidades diferentes a las del Norte. El concepto de desarrollo (y de manera más abrupta la de subdesarrollado) funciona como elemento de una genealogía, que limita y confina la posibilidad de nuevas formas de pensar el mundo, de nuevas propuestas intelectuales sobre la realidad[1], pero sobretodo, hace referencia a las intervenciones planificadas desde el Norte. El discurso de desarrollo tuvo y tiene un especial protagonismo, cuando hace referencia a las vidas de las mujeres. Claramente el pensamiento feminista de estos tiempos no puede hablar de la Mujer, como un ente universal, sino de las experiencias de las mujeres, experiencias que evidencian relaciones de poder, estructurales y geopolíticas.
Si Simone de Beauvoir parte de la premisa de que la Mujer ha sido convertida en alteridad[2],  a través de un sistema social y cultural que la coloca en posición de desventaja, podemos decir que esta alteridad ha sido representada la más de las veces como la diferencia más lejana, particular, y deficiente. En el desarrollo de las ideas feministas, en la última mitad de este último siglo, propuestas a partir de la influencia de Simone, se ha generado una reelaboración del Sujeto-Mujer, que deviene en una serie de descentramientos del sujeto, a partir de las experiencias de raza, clase, etnia, y contexto geo-político. La Alteridad es re-nombrada dentro de un posicionamiento político que contiene una fuerte crítica al etnocentrismo e imperialismo del conocimiento que Occidente mantiene hacia el llamado Tercer Mundo.      

Cultura y Rebeldía

Gloria Anzaldúa, escritora posicionada políticamente en sus escritos como lesbiana, chicana, mestiza y feminista nos habla de una cultura en tránsito, a través de su experiencia, de una redefinición del sujeto que representa y que construye como parte de su apuesta política. La tiranía cultural, esa que moldea creencias machistas, paradigmas dominantes, conceptos predefinidos que existen como incuestionables[3] presiona para que las mujeres dependan de los hombres, aún en estos tiempos.
Aún así, ella no reniega de su cultura originaria, escribe entre el inglés y el español, combinando tradiciones, expresiones y lógicas para subvertir, socavar, contaminar el lenguaje normado, la linealidad del pensamiento. Y por lo tanto su apuesta es la del reconocimiento de sus tradiciones culturales pero en la mirada crítica a prácticas, formas y discursos que siguen controlando el cuerpo y destino de las mujeres. Y la cito: “Detesto como mi cultura hace caricatura macho de sus hombres. No, no asumo todos los mitos de la tribu en la que nací. Puedo comprender por qué cuanto más teñidas de color y decoloradas glorifican los valores de su cultura de color- para compensar la extrema devaluación de la que es objeto por parte de la cultura blanca. Es una reacción legítima, pero Yo no glorificaré aquellos aspectos de mi cultura que me hayan dañado y que me hayan dañado bajo el pretexto de protegerme. Así que no me den sus dogmas y sus leyes. No me den sus banales dioses. Lo que quiero es contar con las tres culturas: la blanca, la mexicana, la india. Quiero la libertad de poder tallar y cincelar mi propio rostro, modelar mis propios dioses desde mis entrañas”.[4]

Mujer de Color y pensamiento feminista

El  pensamiento feminista ha podido ingresar a espacios de creación y difusión de conocimiento, pero también a ciertas lógicas de producción y de legitimidad. Es una realidad que existen mayores oportunidades de investigación, de status social y de reconocimiento intelectual a las mujeres, que siendo o no blancas, se adscriben a un feminismo liberal, muchas  de las veces etnocéntrico y multicultural[5]. En “Cartografías de la Lucha. Mujeres del Tercer Mundo y las políticas del Feminismo”, Chandra Talpade Mohanty, intelectual feminista hindú cuyo trabajo en el campo de los Estudios Feministas la ha llevado a estudiar las dimensiones raciales y transnacionales de la teoría feminista, propone analizar y estudiar cuidadosamente la historia del feminismo proveniente de países del Tercer Mundo, porque aún cuando desde el Norte haya gran cantidad de trabajos sobre “mujeres y desarrollo” estos no necesariamente  han sido escrito desde posiciones cuestionadoras del orden y del poder. Lo que quiere decir que los escritos sobre mujeres y desarrollo no sólo no son sinónimo de “escritos feministas”, sino que bien pueden estar validando formas jerárquicas de relación-conocimiento entre mujeres del Norte y el Sur.
En el planteamiento de Mohanty sin embargo existe un quiebre. Ella propone que a pesar del riesgo teórico que estos nombres generalizantes puedan suscitar, ella propone Mujeres del Tercer Mundo, como categoría analítica y política, porque quiere reconocer y explorar analíticamente las conexiones entre las historias y las luchas de las mujeres del contexto geopolítico llamado Tercer Mundo, contra el racismo, sexismo, colonialismo, imperialismo y el monopolio del capital. Esta utilización se diferencia a la que hacen concientemente intelectuales hombres y mujeres del término Mujeres del Tercer Mundo, como una experiencia íntimamente relacionada con las tradiciones opresivas, alto analfabetismo, pobreza rural y urbana, fanatismo religioso y problemas de sobrepoblación.
La crítica hecha a la utilización simplista del término no contradice la información levantada en nuestros países, bajo indicadores presuntamente “objetivos”, parámetros de desarrollo occidental. Lo cierto es que no existe una única explicación e interpretación de la realidad de estas mujeres; es el día a día, fluido, la naturaleza de la dinámica históricamente situada, de la vida de las mujeres en que colapsan, se derrumban y extinguen tales indicadores de bienestar. [6] En otro artículo, publicado conjuntamente con Jacqui Alexander, Mohanty  se coloca en el centro[7]. Su experiencia es narrada en primera persona, como intelectual hindú y mujer en un sistema de enseñanza liberal y blanco, que la ubica inmediatamente bajo la categorías de mujer de color, acepción que se les da a toda mujer no blanca, nacida o no en Estados Unidos, y que invisibiliza las experiencia de mujeres nacidas en la India y en el Caribe, y sólo tomada en cuenta cuando es similar y familiar a las experiencia de las mujeres afrodescendientes ó es lo mismo que decir, las “otras” conocidas. Retoma la necesidad de una genealogía feminista que contraponga la inmensa producción del feminismo de clase media y occidental, con uno del Tercer Mundo; y dentro de la producción del pensamiento intelectual, conceptos claves para nuestros feminismos como la experiencia, la identidad, la cultura y la historia nos posibilitan entender procesos específicos de dominación y subordinación, aunque sean rechazados por teorías postmodernas que plantean que esto es la reiteración de esencias culturales o unificadas.
Pero el pensamiento intelectual es también una herramienta con la que se mira al Mundo, con la que se visibiliza cosas que consideramos importantes, que complejiza pensamiento para acercarse más a la realidad. Y por lo tanto una línea de “pensamiento de color”, como dicen ambas autoras, revela el posicionamiento y el compromiso desde el cual escriben. Existen ya explicaciones más sofisticadas del complejo proceso de identidad social, de jerarquización de los grupos raciales; pero esto no implica que el racismo haya desaparecido, o que las relaciones patriarcales sean cosa del pasado. Entonces es sumamente importante pensar en las experiencias de dominación, de lucha en la formación de identidades, que son simultáneamente sociales y políticas.
Uno esta reflexión con la última autora a la que me referiré, que es Aurora Levins Morales. Ella propone  la experiencia contada y compartida como una fuente de autoridad.  La intuición y la reflexión como parte de la vida son lo que la han guiado en su rumbo al hacer política, al involucrarse con movimientos sociales. Ella es una intelectual orgánica, una pensadora cuyas ideas crecieron en un tierra que se conoce, que es propia, a diferencia del conocimiento desde lo libros, desde la mera abstracción; utilizando la vida como fuente de saberes y al cuerpo colectivo para criticar las versiones oficiales  de la Realidad. Para ella el conocimiento que nace desde el movimiento feminista se ha convertido en mercancía y en lenguaje oscuro, neutro y altamente especializado. ¿Si se quiere cambiar la vida misma, el mundo compartiendo la experiencia y comprometiéndose, de algo vale este lenguaje sumamente elitista? El lenguaje está ligado al contenido que se busca para una teoría, y una práctica intelectual que resulte útil en la investigación activista, en las prioridades, en un proceso democratizador y no excluyente.

Para terminar

No hay duda que Simone de Beauvoir abre muchas posibilidades a las pensadoras de este siglo, con una producción intelectual que intenta explicar la situación de las mujeres. Ella es la iniciadora, la que inaugura cuestionamientos tan profundos sobre las identidades, la sexualidad, y la política que aún ahora estamos resolviendo, no solamente en el movimiento feminista o en los movimientos sociales en general, sino también en nuestras vidas.
Para cualquiera que no ha sido cercana o cercano al pensamiento feminista, es difícil asimilar la relación imbricada entre pensamiento político, epistemología, compromiso político y personal. Esta interrelación nace de la experiencia, el sentirse nombrada en las preguntas, en los descentramientos del feminismo, la identificación se vuelve compleja. La experiencia se ha vuelto un concepto principal para la gran mayoría de pensadoras feministas; las ubica como las Otras ante realidades hegemónicas, pero las vuelve a la vez críticas al sistema que jerarquiza cuerpos y  saberes. Además, el pensamiento feminista del Tercer Mundo tiene una historia de autocrítica sumamente severa. Se trata no sólo de conceptualizar para el afuera, a las demás disciplinas y movimientos; sino para el adentro, para las prácticas de las mismas feministas. En el caso de las académicas del Norte, aparentemente han comenzado hace varios años a abrirles sus puertas a otras propuestas políticas feministas, pero en realidad no se genera un debate realmente transformador. La transformación de las sociedades es lo que guía el pensamiento de las feministas del Tercer Mundo, concientes de las relaciones de poder dentro de las sociedades y a través del sistema-mundo.
Gloria Anzaldúa, usa en su contexto particular, pero también trascendente, a la mestiza como redefinición de una sujeta con capacidad de decidir y de escoger conciente de las interrelaciones de poder en que las identidades se ubican, para tener un campo de libertad, modelar con el tiempo los valores sobre los que se quiere actuar. Chandra Mohanty, localiza su conocimiento y su apuesta para de manera transnacional el sistema económico político cultural, patriarcal para reflexionar acerca del rol del pensamiento feminista, de la intelectualidad y la lucha por el cambio social. Tan básico como el pensamiento, es la voluntad con que está pensado, el deseo y la acción.
La crítica al discurso del desarrollo es fundamental en países como el nuestro cuyas políticas nacionales son guiadas en la necesidad de generar mayores recursos económicos; para nuestros países el fin justifica los medios, y la objetivación y exotización de los sujetos beneficiarios del desarrollo resulta algo casi caricaturesco. El pensamiento feminista desde el Tercer Mundo propone observar cuidadosamente las dinámicas y relaciones internas de cada comunidad, para que no vuelvan a ser protagonistas las nociones patriarcales o peor aún deseos liberadores hacia las mujeres, pero que puede ser acusado de etnocéntricos.        
                En las propuestas teóricas y políticas de las feministas del Tercer Mundo, la Alteridad ya no es nombrada como deficiencia, sino se vuelve voz autorizada, aunque subalterna que debe ser recogida y tomada en cuenta para la acción. Esta conexión entre pensamiento y política en el feminismo nace en la misma manera de concebir el conocimiento, como siempre “localizado”. Teniendo en cuenta el aporte de autoras como Chandra Mohanty, Jacqui Alexander, Gloria Anzaldúa y Aurora Levins es que se hace necesario volver a tomar la Alteridad y la Otredad que las mujeres siguen representando en contextos globales y locales.
                Una conclusión sustantiva que me motiva a seguir leyendo a las pensadoras del Tercer Mundo, países cuyas condiciones económicas e historias coloniales tienen múltiples encuentros con la nuestra; es que para este pensamiento político la diferencia, y el reconocimiento de ésta, no se vuelve amenaza de fragmentación debilitadora de las luchas sociales, ni tampoco es tomada como particularidades culturales; sino que nos compromete a comprender la interconexión con las otras opresiones y construir modelos de articulación política, que no reniegue de las diferencias, ni jerarquice o fije a priori posiciones excluyentes, victimizadoras y opresoras.[8]
La diferencia, entendida como el reconocimiento de nuestras historias, nos da el impulso para  revelarnos ante órdenes aparentemente inmutables. La experiencia de vida, de cada uno y una de nosotras puede ser motivo de acciones que desafíen los órdenes establecidos. Es a partir de la vida que se da toda forma de conocimiento de organización y de resistencia. Es más, esto nos obliga a repensar el ejercicio intelectual, como algo desligado de emociones y compromisos, esto es imposible desde los feminismos.
Finalmente, cabe preguntarnos ¿cómo las mujeres peruanas estamos comprometidas con las Otras mujeres, y no sólo con las que pertenecen a nuestra clase social, a nuestro micro mundo social, a nuestras comunidades sexuales? Un pensamiento feminista peruano debe hablar de las diferencias que viven las mujeres, de las múltiples formas que han tenido en organizarse, en vivir, en luchar, en exigir sus derechos y en ejercerlos.  Reconocer las luchas de poder internas, la jerarquización del conocimiento y de las experiencias, alimentarnos del pensamiento de otras mujeres que logran seguir cuestionando situaciones de desventaja, es una tarea diaria. Historias de libertad hay en todos lados.

BIBLIOGRAFÍA

- Gloria Anzaldúa: “Movimientos de Rebeldía y la culturas que traicionan”. Borderlands / La Frontera. The New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute Books.1987
- M. Jacqui Alexander y Chandra Talpade Mohanty, “Genealogies, legacies, Movements”. Feminist genealogies, Colonial legacies, Democratic Futures, Nueva York/Londres. Routledge  1997.
- Aurora Levins Morales “Certified organic intellectual” en The Latina Feminist Group, Telling to Live. Latina Feminist Testimonios. Durham/ London, Duke University Press.2001
- Escobar, Arturo, 1996, La invención del Tercer Mundo, Construcción y Deconstrucción del Desarrollo, Bogotá, Norma
- Simone de Beauvoir.El segundo Sexo”. 1949.
- bell hooks (varias), 2004, Otras Inapropiables, Feminismo desde las fronteras. Madrid, Mapas.


[1]  En “La invención del Tercer Mundo”, Arturo Escobar.
[2]  En “El segundo Sexo”, Simone de Beauvoir.
[3]  En “Movimientos de Rebeldía y las culturas que traicionan”, Gloria Anzaldúa.
[4] Movimientos de Rebeldía y las culturas que traicionan. Gloria Anzaldúa. Pág. 79.
[5] Entendida ésta como la  coexistencia ficticia de la diferencia, que se traduce en mantener al “margen” a fuentes contaminantes de la cultura dominante.
[6] Cartographies of Struggle. Third World Women and Politics o Feminism. Pág. 6
[7] Genealogías, legados y movimientos
[8] Otras inapropiables, Pág 17.

domingo, 3 de abril de 2011

“El feminismo no es blanco, ni de clase media: propuestas de algunas feministas negras en la construcción de otro feminismo”



Respuesta de mujeres ante el racismo: MI reacción ante el racismo es la ira. Una ira que me ha acompañado casi toda la vida, tanto si hacía caso omiso de ella como si me alimentaba de ella o aprendía a emplearla antes de que echara a perder mi visión. Antes vivía la ira en silencio, asustada por sus consecuencias. Mi miedo a la ira no me aportó nada, vuestro miedo a la ira tampoco os aportará nada.
Todo debate sobre el racismo mantenido entre mujeres debe dar cuenta de la existencia de la ira y de sus usos… Toda mujer posee un nutrido arsenal de ira potencialmente útil en la lucha contra la opresión, personal e institucional, que está en la raíz de esa ira. Bien canalizada, la ira puede convertirse en una poderosa fuente de energía al servicio de progreso y del cambio. Y cuando hablo de cambio no me refiero al simple cambio de posición ni a la relajación pasajera de las tensiones, ni tampoco a la capacidad para sonreír o sentirse bien. Me refiero a la modificación profunda y radical de los supuestos en que se basa nuestra vida.

Audre Lorde, “La hermana, la extranjera”


La premisa fundamental por la que muchas y muchos vamos aprendiendo el feminismo es la experiencia vivida. Las sucesiones de historias muy personales que nos cruzan indefectiblemente, a veces casi de manera repetitiva. Sentirnos en una cultura que no ha sabido nombrar la diferencia de las mujeres, y la diferencia de algunos hombres, sentir la incumbencia de un estado represor, un mercado donde se tranza el trabajo, el cuerpo, la vida de maneras crueles y malsanas. Y no puedo hablar de otra forma de un sistema económico que posiciona de maneras tan sólidas a ciertos sujetos en lugares de subordinación y enajenación tales que no hay forma de ganarse la vida, de trabajar por un salario digo.
La frase: “no hay forma de hablar de feminismo, si no es hablando de la raza y de la clase”, se ha vuelto una cliché casi esquizofrénico en los pocos cursos y lugares donde la palabra género y feminismo no son mal vistas. Yo parafraseando esto diría, que no se puede pensar el feminismo sin las realidades del racismo y del clasismo. Decirlo así, nos pone frente a dos males altamente mutables, cambiantes, pero cercanos, liados mutuamente para la satisfacción de los que tienen el poder. El racismo históricamente, en nuestras Américas ha servido para legitimar ampliamente la noción del poder colonial sobre algunos pueblos bárbaros, que llenos de riquezas debían ser cristianizados y puestos en orden. La Historia marca las rutas de nuestra existencia como sociedad.
Entonces, hablar del racismo como un sistema de creencias que separa a sujetos y los valoriza, aún ahora después de 300 años de una falsa liberación colonial, (que fue en realidad la liberación de los criollos del impuesto de la corona española), es decir que el racismo es parte de una ordenación simbólica, en la que constantemente estamos midiendo que tanto valemos y que tan oscuras somos. Pero esta valoración simbólica es puesta en evidencia en la separación entre clases, donde las clases más privilegiadas tienen acceso a salud, a altos niveles de educación, a trabajo remunerado, a horas de ocio y de creación. Estas clases privilegiadas siguen siendo en su mayoría blancas, y las clases subordinadas económica y socialmente seguimos siendo todas las demás. La gran mayoría en amplias variaciones de colores, sigue estando al lado de la precariedad, de la lucha constante y de la rebeldía.
El capitalismo se vuelve una forma de ordenamiento de las relaciones sociales y subjetivas en la que sólo algunos (y estos algunos son en su mayoría, hombres blancos y de clase alta), tienen los medios de producción, o los bienes por los que se puede crear riquezas. Estos algunos controlan y explotan a su antojo a poblaciones enteras, de su misma raza quizá, pero siempre de otra clase, y pueden explotar de maneras más legítimas y extremas a población enteras si son oscuras, negras, delincuenciales, bárbaras, pobres, desesperadas.

El feminismo blanco.
Bell hooks, pensadora feminista, negra y norteamericana, en su libro “Desde donde hablamos”, nos convoca a mirar cada una nuestras imágenes cotidianas, en las que aún a pesar de tener un discurso antirracista, las personas que no viven esta opresión olvidan constantemente que ubican a las mujeres y hombres negros, en lugares de desprestigio y de diferencia jerarquizada. Cuando habla de “personas de color”, lo hace utilizándolo como un nombre de autodefinición política que muchas mujeres feministas provenientes del llamado “tercer mundo” se han autoimpuesto para problematizar y politizar la diferente de raza. “Women of color” o mujeres de color, solo sirve como metáfora agrupadora para pensar la opresión, pero nunca para homogenizarla, siempre para colocarla de lado de la propuesta por el cambio. No un cambio de lugar en la jerarquía, sino un cambio que incluya lo más profundo de nuestras mentes y corazones para destruirla.
Para Bell Hooks, lo característico del feminismo de los sesentas es que por primera vez las mujeres de la clase dominante, blancas y de clase media y altamente educadas se rebelaban contra el patriarcado y contra un sistema de creencias sexista. Lo que ha permanecido en el imaginario colectivo es la mujer blanca luchando por la liberación sexual y por el acceso al poder; lo que no se tiene en cuenta es que tanto el feminismo de ese tiempo, como los movimientos críticos de las mujeres en otras partes del mundo, como en el Perú, han hablado siempre de los problemas de la clase, pero lo relacionado a la sexualidad, por ser más escandaloso y mediático, es lo que ha recibido más atención.
Dentro del movimiento de mujeres y feministas en el Perú sucedió algo similar, sin entrar en detalles de un proceso del que no tengo más herramientas que libros y conversaciones de las mujeres que tomaron parte en de ese proceso, ya que por mi edad lo no viví; pero aún así, como miembro de una nueva generación de feministas puedo decir de manera lejana, y con cierto grado de crítica, que el discurso sobre la clase fue fundamental en esta primera etapa, en primer lugar porque la mayoría de las mujeres provenían de una tradición de izquierda, pero también sabemos por testimonios de las mismas mujeres, que el tema de la discriminación por orientación sexual y del racismo no fueron tomados de maneras conjuntas.
Pero más allá del discurso del feminismo, es lo que las mujeres han sentido como suyo, cercano, una esfera de pensamiento, una práctica política que evidencia que la clase y la raza, no es sólo un tema, sino una vivencia, un compromiso, una manera de acercarse y de cambiar la sociedad. Esto no ha existido. Es en entonces una deuda pendiente desde el feminismo y las mujeres, potencia una mirada crítica desde la propia vida de las mujeres negras y cualquier otra que sufre o siente los efectos de la discriminación y del clasismo.
Entonces les propongo que juguemos un juego. Este ejercicio lo crearon, Mujeres de frente, organización feminista en Ecuador que desde hace 8 años trabaja con mujeres en situación de encarcelamiento, sobre todo mujeres negras y pobres.  A través de los años, no sólo las categorías que muchas de ellas conocían desde las ciencias sociales, fueron tomando fuerza, sino cuerpo, rostro, cabellos, sonrisas, nombres, sentimientos. Cada una de las opresiones leídas en los libros estaba personificada en los cuerpos y memorias de estas mujeres: mujeres con hijas, mujeres lesbianas, mujeres que traficaban droga cómo única manera de sustentar un hogar.; aunque las entrañas se llenaran de globos de droga, aunque eso implicara años de años, en la cárcel, siguiendo en la rueda continúa del racismo y del clasismo.
El juego consiste en cerrar los ojos, en imaginar un maleante. Pensemos en qué sexo tiene, cómo viste, cómo habla, si tienes cicatrices, cómo es su cuerpo, si está sucio, dónde vive, qué idioma hablar, pensemos en su familia, en la relación con su madre, si tiene hijos o no, en su sexualidad, pensemos en su color. Hagamos este ejercicio y sabremos que hemos normalizado el racismo en pensamiento y subjetividades capaces de pre-disponer, ordenar nuestras sensaciones y emociones hacia determinado tipo de personas: personas obviamente negras oscuras y pobres. No importa que lo podamos justificar diciendo que las estadísticas dicen lo que dicen, porque lo importa acá es la relación casi inmediata entre criminalidad, raza y clase.
El feminismo es,  en palabras de Audre Lorde, otra importante pensadora negra dentro del feminismo, lesbiana y poeta, una forma de pensar nuestras vidas como mujeres, una forma de pensar la diferencia. “La amenaza de la diferencia también ha cegado a las personas de Color. Quienes somos Negros debemos comprender que las realidad de nuestras vidas y nuestra lucha no nos hace inmunes al error de hacer caso omiso a las diferencias o llamarlas con nombres erróneos. El racismo es una realidad viva en el seno de la comunidad negra y muchas veces las diferencias que hay entre nosotros se consideran peligrosas o sospechosas. Muy a menudo, la necesidad de unidad se interpreta erróneamente  como una necesidad de homogeneidad, y la visión feminista Negra se toma por una traición a nuestros intereses  comunes como pueblo”.
El feminismo, es, en la pluma de las feministas negras, revisitado, re estructurado, alimentado con ira potente crítica y nutridora a cualquier pensamiento capaz de cambiar vidas, de genera acción colectiva. El feminismo ha sido duramente criticado por las pensadoras negras, y las provenientes del tercer mundo, para poder decir la vida de las mujeres en su más amplia expresión, para buscar nuevas formas de rebeldía.
Para Audre Lorde, el racismo tiene influencias externas, y sobre todo tiene un impulso interno. Ella nos dice para el contexto estadounidense, pero me atrevo a imaginar que algo muy parecido puede estar sucedido en el Perú, que “la permanente  batalla contra la aniquilación de la raza, librada en conjunto por las mujeres Negras y los hombres Negros, es la causante de que algunas mujeres Negras continúen negándose a reconocer que también estamos oprimidas como mujeres y que la hostilidad sexual contra las mujeres Negras no es patrimonio exclusivo de la sociedad racista blanca, pues también ocurre en las comunidades negras. Es una enfermedad que golpea el corazón de la nación Negra y el silencio no la hará desaparecer”. Además que “exacerbada por el racismo y por las tensiones generadas por el devaluación, la violencia contras las mujeres y niñas Negras se convierte muchas veces en norma y medida de la virilidad en nuestras comunidades.”
Es así que en muchos estudios sobre el machismo en Latinoamérica, sobre todo desde una mirada de género, que tiene en cuenta las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y sus interdependencias; pero que no necesariamente tienen el talante crítico del feminismo, han potenciado al imagen del hombre negro y latinoamericano, como el macho abusador pero también pobre y no educado. Esta entrada de los estudios de las masculinidades ha servido para descubrir muy poco de las relaciones entre los diferentes hombres, hombres blancos, mestizos, negros, etc.,  pero ha fortalecido esta mirada objetivizante y clasista hacia los hombres.
Hoy no puedo más que acabar esta corta ponencia, diciendo que sabiendo que este seminario es sumamente importante y que pone en relieve temas cruciales para las luchas contra las hegemonías, no podemos olvidar que hoy y mañana son días de paro Nacional. Un paro organizado por organizaciones sociales a raíz de las medidas de un Estado que ha asesinado nativos en la Selva, que criminaliza la protesta pública, que vende riquezas naturales sin una consulta popular. Un paro que representa la lucha social de la que hemos hablado hoy, contra el racismo y contra el sistema económico actual.

El primer extraño de la noche

Hubiese querido otro nombre para el blog, pero como las mejores cosas creativas, sólo se me ocurrió el nombre de toda la vida, y ya no enojarme porque blogspot no reconocer la Ñ. El español no es el único con carácteres raros, únicos, y hermosos, pero creo que es el menos popular. (Aún no logro memorizar en mi vieja lap top, el lugar exacto de la ñ.)

Primer post, totalmente editable, pero para después-

Ahora sí.

Como no hay forma de volverse aburrida en la propio narcicisismo, si se es fiel a este, entonces, publicaré esas extrañas reflexiones feministas que me acompañan hace mucho pero que no han visto la luz, y vamos las escribí para que sean compartidas!

Primer post, ya casi te acabo.